Rechazo de la Falta y el Malestar Contemporáneo: cómo el Psicoanálisis Revela el Goce y el Sufrimiento Psíquico
- Dan Mena Psicanálise

- hace 1 día
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Rechazo de la Falta y el Malestar Contemporáneo: cómo el Psicoanálisis Revela el Goce y el Sufrimiento Psíquico
Es cierto que vivimos en una cultura marcada por la promesa de satisfacción ilimitada y la negación de la carencia. El goce, entendido como la búsqueda incesante del placer o la realización, se ha convertido en un eje central de la subjetividad actual. Esto ha ido moldeando los comportamientos sociales y la esperanza de vida.
Sin embargo, el psicoanálisis afirma y demuestra que este parámetro sin límites ni mediación simbólica no conduce a la llamada felicidad, sino al sufrimiento psíquico, porque ignora la importancia de esa estructura esencial que organiza el deseo que conduce al ser.
El rechazo de esta ausencia primitiva, también muy característica de nuestro tiempo, se manifiesta en múltiples registros. Puedo citar algunos ejemplos: consumismo exacerbado, dependencia de las redes sociales, búsqueda incesante de validación digital, culto al cuerpo perfecto y aversión a cualquier forma de angustia, frustración o espera, entre otros.
Este clima propagado produce sujetos ansiosos, saturados de estímulos, que no soportan lidar con la realidad de la vida, ni con la experiencia de esa carencia, condición indispensable para el surgimiento del deseo y la subjetividad.
En la clínica, observo los efectos de esta dinámica. Las principales quejas son: ansiedad crónica, depresión, compulsiones, fobias diversas, melancolía y muchas formas sutiles de alienación.
''El malestar contemporáneo no es causado por la carencia, sino por el intento de eliminarla''. - Dan Mena
Es precisamente en la aceptación de la carencia donde el sujeto encuentra la posibilidad de simbolizar el deseo, articular la comprensión y establecer vínculos significativos con el mundo que le rodea.

Rechazo de la falta y malestar contemporáneo | Psicoanálisis y goce
Cuando el tiempo colapsa;
Hay algo decisivo en este escenario que debo decir sin rodeos. El rechazo de lo incompleto no solo empobrece nuestra vida psíquica, sino que también devalúa el tiempo. Vivimos acelerados porque no sabemos esperar, y no nos gusta ese lapso porque nos han privado de la experiencia simbólica de la ausencia.
Cuando entendemos que todo debe estar disponible para nosotros, respondido y resuelto de inmediato, la cronología temporal deja de vivirse como una elaboración y pasa a sentirse como una amenaza. Por esta razón, el sufrimiento se intensifica, no por exceso de conflictos, sino por la ausencia de intervalos.
En la clínica, lo que aparece no es solo esa angustia o compulsión, sino una dificultad radical para sostener preguntas sin respuestas listas. El psicoanálisis opera precisamente en ese intervalo de privación. Reescribimos el tiempo de la palabra, de la escucha y de la elaboración, recolocando al sujeto en relación con lo que no se resuelve, pero se tensiona.
Hemos perdido la capacidad de habitar el respirar.
El concepto que ahora tratamos en psicoanálisis, especialmente afirmado en Lacan, no se reduce al simple placer. Implica un excedente que trasciende y atraviesa al sujeto y resiste a la simbolización.
Este exceso, por así decirlo, no es negociable: forma parte de la estructura del sujeto y nos muestra que el deseo nunca se completa totalmente, por lo que la ley simbólica no es suficiente para su integración.
La diferencia entre placer y goce
Mientras que el placer busca la satisfacción y el equilibrio, el goce está ligado a la repetición, a la tensión y a la presión que excede una simple necesidad.
Como sujetos de esta época, recorremos caminos saturados de proyecciones, estímulos y promesas de realización, satisfacción y recompensa inmediata, articulaciones que se confunden.
Son tantas las propuestas: un verdadero bombardeo nuclear en nuestra mente, que genera activamente frustración, compulsividad e innumerables formas de ansiedad existencial.
Los medios digitales, la televisión, la radio, Tik Tok, Instagram, Facebook y miles de redes sociales impulsan el consumo incesante de la validación digital.
«El goce no es opcional: es impuesto por lo real y por la propia constitución del sujeto». – Dan Mena
La captura del sujeto y la pérdida de la autoría de su experiencia
Hay un desplazamiento en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos. Ya no se trata de buscar algo que falta, sino de responder a un engranaje que exige una presencia constante.
El cuerpo, la palabra e incluso el pensamiento pasan a funcionar como superficies de rendimiento, siempre llamadas a dar pruebas de vitalidad, compromiso e intensidad.
Dejamos de habitar la propia experiencia para administrarla. Lo que perdemos no es el placer, sino la posibilidad de escucharnos a nosotros mismos. Esto se manifiesta como un cansancio sin causa aparente, irritabilidad y la sensación persistente de estar siempre por debajo de una expectativa cuyo origen permanece oculto.
Se trata menos de un conflicto interno clásico y más de una captura de uno mismo por circuitos que actúan sin descanso.
La introducción de un «otro tiempo» se convierte, entonces, en la condición para que se pueda retomar algo del autor sobre la propia experiencia.

La Falta
En nuestra clínica, el deseo se estructura en torno a la falta. Sin ella, no hay movimiento psíquico: el sujeto quedaría atrapado en el objeto, incapaz de simbolizar o crear vínculos sociales.
La negación invierte la lógica del deseo, tratando de llenar ese vacío con objetos transitorios como: ropa y marcas, viajes, compras, tecnologías, validación digital o ideales de perfección.
De ninguna manera un viaje o una prenda de ropa de una determinada marca famosa es algo negativo; el problema surge cuando se buscan esas experiencias para sustituir la falta estructural.
Son válidas como placer, disfrute o conquista, pero no pueden cumplir el papel de mediadoras del deseo y la subjetividad.
El riesgo clínico aparece cuando tal adicción por la satisfacción instantánea se vuelve compulsiva, convirtiéndose o obligando al individuo a un esfuerzo descomunal, continuo e insuficiente para llenar un vacío que solo puede abordarse figurativamente.
La comprensión del goce y la falta, por lo tanto, no es solo teórica, es clínica. Aceptar la imposibilidad del goce pleno permite al sujeto estructurar su deseo, elaborar y crear vínculos significativos, transformando la tensión en movimiento psíquico y evitando la sobreabundancia.
El rechazo de la falta y sus manifestaciones contemporáneas
Las notificaciones constantes y los algoritmos de recompensa refuerzan esta ilusión de algo ilimitado. El individuo contemporáneo se ve obligado a buscar la satisfacción inmediata, confundiendo la gratificación rápida con la realización duradera.
La exposición continua a imágenes idealizadas de cuerpos, relaciones y estilos de vida crea frustración, envidia y ansiedad, ya que pone de manifiesto la imposibilidad de satisfacer plenamente el deseo.
Este escenario de la vida alimenta un ciclo de comparación e insatisfacción, generando efectos psicológicos concretos entre los que destaco: disminución de la autoestima, miedo a la exclusión y búsqueda de confirmación externa.

Selma en el laberinto y la ilusión digital en un caso clínico
Voy a compartir un caso anónimo de mi paciente. Selma, una directora de logística de una conocida multinacional, de 35 años, llegó a la consulta en 2023, motivada por una queja inicial clara y persistente:
''Mi vida es increíble en las redes sociales, pero siento un peso constante que no puedo explicar''.
Relató una agotadora rutina de siete horas diarias en Instagram, donde publicaba fotos meticulosamente editadas y buscaba obtener los comentarios para mantener una imagen de éxito a toda prueba.
Negaba cualquier vacío emocional, insistiendo en que su existencia en línea era envidiable y completa.
Sin embargo, detrás de esa máscara, sus síntomas eran debilitantes: ansiedad paralizante que la hacía quedarse bloqueada en las reuniones de trabajo, insomnio severo que la mantenía despierta hasta el amanecer pasando feeds, y episodios depresivos intensos, compras compulsivas en línea, gastando impulsivamente.
Al principio, se resistía al análisis (es parte del proceso, es necesario), defendiendo que sus malestares eran normales y que aún dudaba de que el análisis fuera necesario para alguien tan exitosa.
Pero, al seguir escuchando, llegó a su infancia. Ella recordó que estuvo marcada por tener padres emocionalmente distantes, que valoraban por encima de todo el trabajo y sus logros.
Obviamente, quería decir que estaban por encima de las conexiones afectivas familiares. Reconoció que convivió con una precoz sensación de abandono a la que nunca dio voz. Así surgió el núcleo del problema: el rechazo de la castración simbólica lacaniana.
Las redes sociales actuaban como un espejo narcisista, extendiendo el ideal del ego freudiano y evitando el enfrentamiento con la falta esencial.
En el proceso, confrontamos esta ilusión de forma gradual. Lo digital camuflaba sus traumas de rechazo infantil, transformando la ansiedad caótica en un deseo auténtico y dirigido.
Selma comenzó a deconstruir su dependencia, validando que la búsqueda de autenticación en línea no la completaba, por lo contrário, perpetuaba su vacío.
Después de ocho meses de análisis constante, la resolución fue transformadora y medible. Redujo el tiempo de telas digitales a dos horas diarias, priorizando las interacciones verdaderas: se reconectó con amigos de toda la vida y comenzó un pasatiempo deportivo.
Aceptando la falta no como una debilidad, sino como un motor de crecimiento, Selma comentó más adelante una sensación de libertad sin precedentes:
''Por primera vez, siento que vivo para mí, no para los likes''.
Este resultado no tiene nada de milagroso, fue el fruto de la psicoanálisis mediando su exceso, con la ansiedad sirviendo de puente entre la adicción digital y las emociones reprimidas.
Nota ética: Este caso clínico ha sido anonimizado para preservar la confidencialidad de la paciente, de acuerdo con las directrices éticas de la Asociación Brasileña de Psicoanálisis.
El consentimiento implícito para uso educativo y científico se obtuvo durante el proceso analítico, con énfasis en la no identificación de datos personales. Cualquier similitud con personas reales es mera coincidencia, el relato tiene fines meramente ilustrativos y de reflexión teórica.
La psicopatología emergente
Las nuevas patologías, como la dependencia digital, la depresión narcisista y la ansiedad por el rendimiento, ponen de manifiesto el rotundo fracaso a la hora de lidiar con la carencia.
El sujeto intenta por todos los medios posibles eliminar la desilusión y controlar la experiencia, pero el rechazo de la ausencia solo aumenta la reaparición del síntoma.
La compulsividad, los ataques de ansiedad, el insomnio y las formas de alienación electrónica son manifestaciones visibles de que el abismo estructural no puede ser llenado por objetos y estímulos transitorios.
''Cuando la ley simbólica no se inscribe, el síntoma contemporáneo surge con extrema intensidad, ya sea en forma de compulsiones o de alienación digital''. - Dan Mena
Consumo y fetichismo del objeto
El consumo desmedido, la mercantilización del cuerpo y la obsesión por la imagen son intentos de sustituir la carencia por objetos supuestamente completos.
Este intercambio nunca es suficiente: el vacío siempre regresa, creando ciclos de angustia y desencanto. Como individuos, nos enfrentamos a un impasse estructural: deseamos lo imposible e ignoramos que la privación es constitutiva del deseo.
El psicoanálisis muestra que aceptar esta deficiencia no es resignarse, sino permitir que el deseo se articule. Rechazar el desencanto significa permanecer a merced de la redundancia, mientras que su opuesto, el reconocimiento, abre el camino a la libertad subjetiva.
Es en esta conexión donde se sustenta la clínica y la ética del cuidado psicoanalítico.
La normalización del malestar contemporáneo
Hay un aspecto menos evidente, pero decisivo, en estas formas actuales de aflicción. No aparecen en escena como rupturas dramáticas, sino como modos de acción que se normalizan. No enfermamos porque algo se rompe, por el contrário, es porque todo parece funcionar sin obstáculos aparentes.
Dormimos poco, producimos demasiado, consumimos sin parar y, aun así, sentimos que algo se nos escapa. La psicopatología emergente se presenta como un malestar manejable, silencioso, y se confunde con el estilo de vida o las exigencias de los tiempos modernos. Por lo tanto, el síntoma ya no interrumpe, sino que acompaña.
El resultado es que ya no sabemos dónde comienza el sufrimiento y dónde termina su adaptación.
No hay una queja clara, solo agotamiento.
¿Cómo intervenimos como psicoanalistas en este funcionamiento?
Volviendo a cuestionar lo que se ha dado por normalizado. Al crear un espacio para el lenguaje, rompemos con la lógica de la gestión del malestar y lo reinscribimos como algo que requiere lectura, no optimización.
La función estructural de la falta en el psicoanálisis
El psicoanálisis muestra que la falta no es una simple ausencia que debe corregirse o completarse, sino la condición sine qua non para la constitución del sujeto.
Es en ella donde el deseo encuentra su lugar, se articula y se simboliza, permitiéndole existir como ser de lenguaje, vínculo social y creación.
El sujeto frente a la ausencia
En la clínica, esta inscripción permite al sujeto lidiar con el goce sin perderse en formas autodestructivas. Es la estructura de la falta la que impide la saturación total del deseo, abriendo espacio para la creatividad, para la elaboración de vínculos y para la construcción de proyectos de vida.
Reconocer la falta es, por lo tanto, reconocer el propio flujo del deseo. La negación del déficit genera diversos síntomas, como irritabilidad, agresividad y, en casos extremos, psicopatologías graves.
Intentar eliminarlo no solo fracasa, sino que produce el retorno insistente de lo real, en forma de sufrimiento psíquico. Aceptar la ausencia de todo sostiene al sujeto frente a lo imposible, manteniendo vivo el espacio de la subjetividad y la potencia transformadora del deseo.

Freud y la experiencia
Nuestro deseo está estructurado por la necesaria interdicción. El complejo de Edipo, la constitución del superyó y la formación del síntoma son mecanismos que tratan con la falta, demostrando que nunca estamos totalmente a gusto.
Esta imposibilidad no es contingente, la limitación es una condición para que el deseo pueda organizarse, desplazarse y crear vínculos sociales, afectivos y profesionales.
''El síntoma es siempre el efecto de un compromiso entre el deseo y la ley'' – Dan Mena
El retorno de lo reprimido, con sus formaciones sintomáticas y los conflictos intrapsíquicos, pone de manifiesto que el pleno acceso al placer no es posible sin mediación. Freud demuestra que la negación de la falta produce síntomas que manifiestan la tensión entre el deseo y la ley.
Por lo tanto, comprender la experiencia de la falta freudiana no es solo una lectura teórica, sino una clave importante para nuestra práctica clínica. Nos permite, en el campo psicoanalítico, acompañar al sujeto en la cadena de los deseos.
Ética y responsabilidad del deseo
La incompletitud no opera solo como una estructura abstracta; define nuestra posición ética ante la propia existencia. Cuando se reconoce la ausencia, dejamos de exigir al mundo y a nosotros mismos una respuesta total. Esto produce un movimiento: en lugar de buscar garantías, pasamos a sostener elecciones.
Lo irreductible introduce una cierta responsabilidad, ya que no hay objeto, «otro» o sistema que responda por el deseo en su lugar.
Este desplazamiento es sutil, pero decisivo: dejamos de preguntarnos ¿qué me falta? y comenzamos a ver; ¿qué hago con esto?
Este giro, que no elimina la incomodidad, hace que todo sea más habitable. La vida psíquica gana profundidad precisamente porque no se resuelve.
Así visto, como analistas, no prometemos la completitud, sino que ofrecemos condiciones para que el sujeto pueda existir sin exigir que lo imposible se convierta en imprescindiblemente realizable.
De esta manera, la falta deja de ser una amenaza y pasa a funcionar como eje de sustentación subjetiva.
Ley y estructura simbólica
Lacan desplaza el análisis del Edipo al registro simbólico y enfatiza que la función paterna no es solo una figura concreta, sino una dinámica que introduce la ley y crea la posibilidad del deseo mediado.
Dicha función, entendida como metáfora, no actúa para impedir el deseo, sino para sistematizarlo dentro de una red de significantes que permite al sujeto vivir con la falta.
El ''Otro''
El goce está ligado al «Otro». Es a través de él que el sujeto encuentra las fronteras necesarias, el lenguaje y la interdicción, y es en esta relación donde se integra el deseo.
No es neutro, se impone como una sobrecarga que traspasa, insistiendo incluso cuando causa dolor.
El intento contemporáneo de abolir tales límites tiene una fuerza desestructurante. De esta manera, el sujeto queda vulnerable, y se ve atrapado en marcos cíclicos de alienación social.
Es esta unión icónica entre ley, goce y falta lo que permite al psicoanálisis comprender al sujeto. Visto como alguien que debe alcanzar la plenitud del placer.
Un ser construido en su insuficiencia es capaz de negociar el deseo y crear puentes sólidos, sin perderse en la tiranía del exceso.

Ética psicoanalítica y sostenimiento de la falta
''La clínica psicoanalítica no promete una adaptación total, pero sostiene el punto en el que el deseo encuentra límites, y es en ese espacio donde nace la posibilidad de una vida psíquica verdadera''. – Dan Mena
Perspectiva clínica
La ética del psicoanálisis consiste en sostener al sujeto en el punto donde la falta se revela como condición de creación y libertad. Debemos atrevernos, ir más allá de la denuncia o la interpretación.
Decidir si seguiremos pidiendo garantías o si asumiremos definitivamente el riesgo de existir. Clínicamente, no hay promesas de sentido previo ni amparo definitivo, porque sabemos que todo intento de cierre produce obediencia, no deseo.
Lo que está en juego no es la regulación del goce, sino la posibilidad de dar consistencia a un lugar que no esté dominado por el ''Otro''.
Cuando la ley se inscribe, no es pacífica; crea distancia. Es desde esa margen, al otro lado del río, desde donde puede surgir algo inédito: una forma singular de estar en el mundo sin imponer que este responda por nosotros.
La ética psicoanalítica no busca el bienestar, sino la dignidad de la experiencia del ser.
No se trata de curar la falta, sino de permitir que sea ocupada sin servidumbre. Solo entonces dejamos de ser figurantes y pasamos a ser protagonistas.

Sobre el autor
Este artículo surge de mi práctica clínica y de la investigación teórica que he realizado a lo largo de los años. Soy Dan Mena, psicoanalista, supervisor clínico e investigador en psicoanálisis y neurociencia del desarrollo.
Si desea conocer con más detalle mi trayectoria, formación, credenciales y trayectoria académica y clínica, puede acceder a la información completa en el siguiente enlace.
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F.A.Q - Preguntas frecuentes: la negación de la falta y el sufrimiento psíquico
¿Qué significa la negación de la falta en psicoanálisis? Es el intento de eliminar la condición estructural que organiza el deseo, sustituyéndola por objetos transitorios o satisfacción inmediata.
¿Cuál es la diferencia entre goce y placer? El placer busca el equilibrio; el goce insiste incluso en el sufrimiento y se resiste a la simbolización.
¿Cómo influye la cultura digital en la negación de la falta? Las redes sociales y el consumo constante promueven la ilusión de un goce ilimitado, lo que refuerza la frustración y la ansiedad.
¿Qué síntomas surgen de esta negación? Compulsiones, ansiedad, depresión, alienación digital, dependencia de la validación externa.
¿Qué decía Freud sobre la falta? Que es estructural y condiciona la constitución del sujeto y la formación del síntoma.
¿Cómo conceptualiza Lacan el goce? Como un excedente que atraviesa al sujeto, vinculado al Otro y a la interdicción simbólica.
¿Cuál es la función paterna en el psicoanálisis? Una operación simbólica que introduce la ley y crea mediación para el deseo.
¿Se puede eliminar la falta? No; su eliminación es imposible y genera un sufrimiento adicional.
¿Cuál es la importancia de la ética psicoanalítica? Sostener la falta y permitir que el sujeto encuentre mediaciones simbólicas para el goce.
¿El malestar contemporáneo es universal? Sí, refleja la tensión estructural del sujeto frente a la saturación cultural y la negación de la falta.
¿Cómo se relaciona el síntoma con la negación de la falta? El síntoma surge como retorno de lo real cuando la ley simbólica no se inscribe.
¿El consumo excesivo sustituye a la falta? No, solo crea nuevas formas de sufrimiento y repetición.
¿El psicoanálisis propone soluciones inmediatas? No; trabaja con mediaciones y la comprensión de la estructura subjetiva.
¿El rechazo de la falta es solo individual? No, también es cultural y social, reflejando los patrones contemporáneos de disfrute y consumo.
¿Cuál es el papel de la clínica psicoanalítica hoy en día? Ayudar al sujeto a lidiar con la falta, simbolizar el deseo y transformar el sufrimiento en comprensión y creación.
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Miembro del Consejo Brasileño de Psicoanálisis (CBP 2022130, desde 2020);
Doctor Honoris Causa en Psicoanálisis por la Christian Education University – Florida Department of Education, EE. UU. (Inscripción H715 / Registro H0192);
Investigador en Neurociencia del Desarrollo – PUCRS (ORCID™; Especialista en Sexología y Sexualidad – Therapist University, Miami, EE. UU. (RQH W-19222 / Registro Internacional).





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